Nací sordomudo de mi quechua, huh musq’’uymi ichaqa simiyta quwaranmi*

Kunanmi pachaqa qichwapah kashan. Es tiempo de construir una ciudadanía quechua orgullosa de su identidad que cuestione las estructuras de poder coloniales en las que aùn vivimos. Romper con la hegemonía del castellano para instaurar el bilingüismo público es una de ellas.


El curso histórico que ha tomado el quechua (al igual que el aymara y los idiomas amazónicos) ha sido la piedra de toque de la discriminación cultural, económica y social que sufrimos las mayorías en el mundo andinoamericano. El discurso oficial del Perú - aquel controlado por el poder tutelar criollo-, colocó al castellano como el idioma de la nacionalidad en abierto contrasentido con la realidad lingüística con la que nació la República. El Perú oficial, también nos ha vendido el “mito del mestizaje”, esa supuesta mezcla feliz y mejorada de lo inca y lo español como el futuro de la peruanidad. En realidad, el discurso del mestizaje trabaja en alianza con la castellanización; las cuáles no hacen más que ocultar su profundo racismo por lo indígena, medrando sobre el etéreo ensalzamiento de la “diversidad cultural” y del “país de todas las sangres” para imponer las estructuras de poder y proyectos criollos así como para construir mayorías ficticias. El Perú es quechua, aymara, mochica y amazónico; aunque algunos quieran verse “mistis”. Luchar por el idioma quechua es, entonces, decirle a ese discurso que no triunfó. Que doscientos años después, más de 5.1 millones de peruanos (22.3 por ciento) nos seguimos identificando cómo quechuas y 3.7 millones (13.9 por ciento) señalan al runasimi como lengua materna (aunque no todos hemos tenido la suerte de escapar del proyecto castellanizante). Y en contra del “progreso histórico” que algunos desean, esos números no harán más que aumentar. Ha llegado el tiempo de mirarnos al espejo y reconocernos como ciudadanos dignos (llump´aq runakuna); y que esa dignidad se debe reflejar en demandar la continuidad del idioma quechua como parte del respeto de nuestra ciudadanía. Qichwasimirayku lllank'ayqa atichihniykun kanqa.


Es cierto que en las últimas décadas, el Perú oficial ha tenido esfuerzos, aunque diletantes, por promover los idiomas andinoamericanos. Se observa un creciente proceso de provisión de servicios públicos como educación, salud y justicia en quechua. Estos, en su mayoría, tiene un ámbito limitado de aplicación, centrado en el sector rural y como parte de un primer paso para la asimilación al castellano y la construcción de una visión única de nación misti. El Estado Peruano promueve la “interculturalidad”, pero quienes dirigen las políticas interculturales mana qichwata rimankuchu; pero por sobre todo, en su gran mayoría, pertenecen a los mismos círculos académicos que históricamente han hecho ventriloquía sobre “lo indígena”. Manan hayk'ahpas yanapawarqanchischu chiqah atipasqanchispi. Además, el presupuesto de la educación intercultural - la principal apuesta pública - lejos de aumentar, se reduce. Las iniciativas de ofrecer servicios públicos en quechua no tienen el planeamiento estratégico ni el presupuesto para ser considerados de calidad (algunas excepciones son el Premio Nacional de Literatura en quechua y los programas en idiomas originarios de la televisión pública). La lógica parcelada y rural de la “interculturalidad” no conducirá a ningún lado por qué no plantea el verdadero tema de fondo que es el bilingüismo oficial del Estado Peruano (e inclusive el multilingüismo en las zonas de habla aymara o de lenguas amazónicas). En un Estado que considera a sus ciudadanos como iguales, si cerca del 25 por ciento de sus ciudadanos se identifican como quechuas o el 14 por ciento tienen al quechua como lengua materna; no se dudaría de la necesidad de implementar un bilingüismo oficial. Eso es lo que hace Canadá con el francés y Bélgica con el neerlandés; cada uno con distintos arreglos políticos. No queremos el quechua únicamente para nuestros hermanos campesinos o para esa concepción de lo “indígena” como conjunto de individuos por fuera de la modernidad que se viene construyendo con la complicidad de algunos. Queremos el quechua para la ciudad, para la cultura contemporánea, para la burocracia pública y para los medios de comunicación. Queremos que el Estado Peruano instaure una verdadera co-oficialidad del idioma quechua (al menos en la administración pública) en un país donde existen quechuas étnicos y/o quechuahablantes en todas las regiones como muestran las cifras del Censo Nacional 2017.


Asegurar ese real cambio, requiere- no obstante- el empoderamiento y la autoafirmación de una ciudadanía quechua urbana que lo exija (y esto también aplica para nuestros hermanos aymaras y amazónicos para sus respectivos idiomas). Una ciudadanía quechua que genere un proceso de uso, aprendizaje y demanda del idioma. Quienes hablan quechua deben usarlo en los espacios públicos, con nuestras familias, en las redes sociales, en la literatura, en la música y en las expresiones artísticas; respetandonos mutuamente en nuestras variantes regionales. A quienes sus padres no enseñaron el idioma o quienes no lo aprendieron en la escuela, deben estudiarlo. En tan solo un año, con dos horas a la semana de práctica, es posible tener competencias en el idioma. Asimismo, debemos exigir que el quechua se enseñe en los colegios y que más servicios públicos se brinden en quechua con una estrategia clara y con presupuestos adecuados. El idioma no se perderá si se enseña a nuestros hijos pero por sobre todo en el ámbito urbano.


Es claro que un elemento importante de nuestra identidad está asociado al idioma. La ciudadanía quechua requiere ser construida, donde el respeto al idioma debe ser el elemento unificador de las diversas identidades locales para construir un proyecto político de largo plazo. Es decir sobre elementos tangibles como qichwasimirayku llamk´ay y no en en el pasadismo o en “cosmovisiones esotéricas” estériles. Necesitamos una ciudadanía quechua abierta a la modernidad, que dialogue de igual a igual con la cultura global pero asegurando al mismo tiempo la universalización del quechua y su continuidad en el tiempo. En el futuro este tipo de artículos no deberían escribirse solamente en español. Pachakutiyqa qichwapi kanqa, mana chayqa mana kanqachu.


*Título inspirado en la letras de la canción Witrapaiñ del rapero mapuche Luanko.


Advertencia:

Aunque de padres quechuahablantes y étnicamente quechua, el runasimi no es mi lengua materna. Por temor, por vergüenza, por ese “mito del progreso” que solo habla en castellano; ni mis padres ni la escuela me enseñaron el idioma. Sin embargo, con el tiempo el quechua se ha convertido en enseña de mi identidad y mi dignidad. Y aunque aprenderlo no es para todos fácil (me incluyo), la constancia y la dedicación siempre triunfarán.